El verdadero móvil del crimen
Un simple teléfono es hoy clave en la investigación de hechos delictivos. La investigación de otros grandes casos complejos quizá hubiesen tenido otro final de haber contado con estos grandes aliados.
Hollywood y la industria televisiva han enseñado como las huellas dactilares, la saliva, restos de tejido o una simple pestaña son pruebas esenciales para arrojar luz en las investigaciones policiales. Pero en realidad una de las pruebas más buscadas por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado es el teléfono móvil de criminales y víctimas.
Según datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y su informa Panel de Hogares, ocho de cada diez españoles tiene un 'smartphone', por lo que solo el 20% restante posee un terminal sin conexión a internet. Este auge tecnológico ha ayudado a la Policía y a la Guardia Civil a resolver varios casos, que por su transcurrir se habían complicado.
El último éxito policial se ha resuelto a pocas horas de cerrar 2017. Tras meses de investigaciones, la Guardia Civil detenía a ‘El Chicle’ como presunto autor de la desaparición y asesinato, como después confesó ante los agentes, de Diana Quer.
Para llegar a él, el Instituto Armado buscaba dos objetos: un coche y un móvil. El pasado mes de noviembre José Enrique Abuín ofreció voluntariamente un móvil a los investigadores, pero no era el utilizado en la noche del 22 de agosto. Al ser requerido por los agentes, Abuín entrego otro «completamente reseteado», según explicó este martes el coronel jefe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí.
«Si se trata de un dispositivo Apple existen muy pocas posibilidades de recuperar nada. Si es Android, se puede realizar una investigación forense y, mediante una extracción física y una técnica denominada 'file carving', quizá se podrían recuperar algunos archivos, pero no existen garantías», explica a este diario Javier Rubio Alamillo, perito ingeniero informático colegiado.
La geolocalización es clave para situar a un sospechoso en la escena del crimen o reconstruir sus pasos con la señal GPS. Así sucedió también con el caso Bretón. En 2012 asesinó a sus dos hijos, Ruth y José, su coartada es que los raptaron en el parque de la Cruz Conde de Córdoba.
Sin embargo, José Bretón se olvidó de la localización de su dispositivo móvil. A pesar de apagarlo para que la policía no pudiera rastrearle, desde el terminal se realizaron varias llamadas que permitieron descubrir todos los pasos aquel 8 de octubre de 2012.
Geolocalización, la clave de oro
No solo en el caso Bretón, la geolocalización fue el principal aliado de los investigadores. En el verano de 2015, las policías europeas trabajaban conjuntamente en la búsqueda de Sergio Morate por un doble crimen machista en Cuenca. Las pistas le situaban fuera de las fronteras españolas y su entorno apuntaba a Rumanía. Siete días después del asesinato de su exnovia Marina Okarynska y la amiga de ésta, Laura del Hoyo, Morate encendió el móvil y la señal GPS le delató: Lugoj (Rumanía).
Pero: ¿y si el móvil no dispone de dispositivo GPS o no está conectado? Existen otras técnicas para situar un terminal y es gracias a las antenas de telefonía móvil. El pasado mes de noviembre, Quartz revelaba que Google sabía la ubicación de sus dispositivos Android, aunque la geolocalización estuviera desactivada. Esta tecnología es la que usa, la policía y se llama triangulación.
Todos los móviles, ya sean de última generación o 2G, necesitan conectarse una antena para establecer cualquier tipo de comunicación. «Eso permite a los investigadores que quieran determinar la ubicación aproximada de un móvil calcularla a partir de su número de identificador único y de cuando este fue detectado intentando conectarse a algunas de las antenas ubicadas en la zona investigada», detalla Josep Albors responsable de Investigación y Concienciación de ESET.
La tarjeta SIM del teléfono de Diana Quer, también tratada por los técnicos de la investigación de su desaparición.
Con la ayuda de tres antenas se fija una posición con reducido margen de error, la ubicación con una torre es de cinco kilómetros. El identificador único que hace referencia Albors es el IMSI, un código internacional de 14 cifras que identifica el país, la operadora y el usuario de una red móvil. Un acceso rápido a los datos, ya que «cualquier operadora en España está obligado a ceder a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado si se presenta la debida orden judicial», añade el responsable de ESET.
«Se rastrearon más de dos millones de datos recabados por las antenas de telefonía sobre las miles de personas que en la fiesta mayor visitaban la población». Big data puro y duro que llevó a la Guardia Civil a «crear programas a medida para analizar la información». Así y a pesar del reseteo del teléfono de ‘El Chicle’, la Guardia Civil consiguió situar a Abuín en A Pobra do Caramiñal.
iPhone, la clave
Pero para completar el puzle faltaba una pieza, el iPhone 6 de la joven madrileña, que apareció en un puerto cerca de Taragoña (Pontevedra). El terminal de Apple lo encontró un mariscador en el fondo de la ría de Arousa. El dispositivo apareció tras más de dos meses bajo el mar. «De un dispositivo dañado, habitualmente, no se puede extraer mucha información», señala Rubio.
Además, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) se encontró con otro problema, el dispositivo estaba bloqueado. Otra vez, las autoridades se enfrentaban a Apple y al acceso a sus terminales. «Se les suele solicitar colaboración y en el caso de que no colaboren pueden estar sometidas a algún tipo de sanción. El tema es que en algunas ocasiones no tienen acceso ni ellos», puntualiza Leandro Núñez, socio abogado en Audens.
En marzo de 2016, el FBI tuvo que pagar cerca de un millón de dólares para acceder al dispositivo del atacante de San Bernardino (California) para investigar su dispositivo móvil y averiguar si mantenía alguna relación con el Estado Islámico. El salvavidas del FBI fue la compañía israelí Cellebrite que desbloqueó el iPhone 5c, unos expertos que también echaron una mano a la Guardia Civil y ‘encendieron’ el iPhone 6 de Diana Quer por 2.000 euros.
Con el teléfono recuperado se pudieron recrear los últimos movimientos de la madrileña hasta que Abuín se deshizo del móvil. «Detectar un móvil apagado por el procedimiento que acabamos de explicar no es posible y se deberían recurrir a otros métodos mucho más laboriosos. Algunos modelos podrían seguir emitiendo algún tipo de señales aun estando apagados, pero el alcance sería mínimo», añade Albors.